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Revista N°13

48 - Revista NUEVA POLÍTICA 13 - Oct/2012 flicto, el discurrir de la negociación deberá verse inalterado. Así, igual- mente que las FARC no pueden to- mar en consideración posibles gol- pes estratégicos de la fuerza pública colombiana, tampoco posibilita ten- dencias “humanizadoras” dentro de la negociación. Dadas estas razones, debe enten- derse cuando menos la ausencia de la sociedad civil dentro de la mesa de negociaciones. Por las particularida- des que ofrece el conflicto colom- biano, en adición, resultaría necesa- ria, aún pese a las altas expectativas que supone un posible escenario de paz en Colombia, una relativa dis- tancia en la negociación, tanto de la sociedad civil en general, como de los medios de comunicación en particular. Experiencias como la de Tayikistán, Sri Lanka, El Salvador o el propio Caguán ponen de manifiesto cómo de contraproducente puede ser la inclusión directa de la socie- dad civil en un diálogo de paz. Comocondiciónnecesariaparades- activar un conflicto es fundamental que los interlocutores hagan valer la discreción, la confidencialidad y la cautela en una labor de responsabi- lidad que debe extenderse a la so- ciedad civil. Lejos de elucubraciones y especulaciones que puedan des- virtuar de manera perversa el cauce de las negociaciones, es necesario que en esta primera fase del pro- ceso, relativa a los diálogos de paz, el interés nacional que este supone exija a los negociadores, medios de comunicación y sociedad civil un ejercicio de seriedad donde cada uno sepa mantener la posición que debiera esperarse de él. Una posición de discreción que no secretismo de los negociadores; de responsabilidad en los medios para esperar a los comunicados que tras cada reunión se emitan, y una sociedad civil cuyo derecho y exi- gencia a conocer no se traduzca en una demanda de protagonismo que dificulte la consecución de acuer- dos y alimente una hipertrofia des- informativa que puede fracturar una aspiración común como debe ser la paz para Colombia. No obstante, ello no es óbice, ni mucho menos, para que la sociedad civil protago- nice un proceso de acompañamien- to a la negociación que mediante foros, eventos y otros espacios al- ternativos dé a conocer su posicio- namiento respecto a los diferentes temas objeto de discusión. Pese a todo, el rol nuclear que de- berá desempeñar la sociedad civil colombiana en la construcción de la paz deberá llegar tras los diálogos, en caso de que estos se resuelvan óptimamente. Será entonces cuan- do deba abanderar y llevar el peso en la construcción de un escenario de reconciliación con espacios co- munes de encuentro; de puesta en marcha de programas de desarrollo integral que incorpore a sectores de la sociedad hasta el momento en- frentados; y de una verdadera con- solidación democrática que habili- te nuevas formas de participación política. Sobre tales cometidos se entenderá el protagonismo de la so- ciedad civil, que será el que confiera legitimidad y capacidad a un nece- sario e inexorable proceso de rede- finición del Estado de Derecho que acontecerá en Colombia de llegar a buen puerto los diálogos de paz. Comentarios Jerónimo Ríos Sierra, investigador en Ciencias Políticas y Sociología, UCM, España

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